El pasado 5 de mayo, un niño de 8 años ingresó en estado crítico al Hospital San Juan de Dios acompañado por sus padres. Pocos minutos después, el menor falleció. Según el reporte hospitalario, el cuerpo presentaba lesiones atípicas, descritas como «chilillazos», es decir, marcas compatibles con golpes, lo que alertó al personal y desencadenó la notificación inmediata al Organismo de Investigación Judicial (OIJ) para iniciar una pesquisa formal5.
El cuerpo fue remitido a la morgue judicial para la autopsia. Paralelamente, las autoridades coordinaron un allanamiento en la vivienda familiar, donde residía también una hermana de 10 años, quien presentaba visibles lesiones compatibles con agresión. La niña fue puesta bajo protección del Patronato Nacional de la Infancia (PANI)5.
Durante el allanamiento, se recolectó evidencia relevante, como rastros de sangre en ropa y proyecciones de sangre en paredes, que refuerzan la sospecha de maltrato severo. Se presume que un cable eléctrico pudo haber sido utilizado para golpear al menor.
El reporte inicial de los padres apuntaba a síntomas gastrointestinales (dolor abdominal, vómitos y diarrea), pero la gravedad y características de las lesiones motivaron a las autoridades a solicitar medidas cautelares contra ambos adultos por presunto homicidio y agresión agravada contra la hermana.
La investigación se mantiene en curso por parte de la fiscalía y el OIJ, a la espera del resultado completo de la autopsia para esclarecer las causas de la muerte y definir las responsabilidades penales correspondientes